viernes, 16 de marzo de 2012

Scene20: "Sonrisa"

Buenas tardes :)
Traigo, escrito en un descanso en la Universidad, un nuevo Scene20.
Es especialmente largo, así que comprendo que no lo leáis xD
pero en fin, llevaba meses queriendo escribirlo...
Así que, quien se atreva con él, tiene mis enhorabuena :D
Espero que os guste :3




"Es de lo más extraño" pensé "Es de lo más de lo más extraño"
¿De dónde demonios sacará ese pañuelo de colores?

Siempre había detestado las actuaciones de magia, los trucos, sus monedas falsas y esos estúpidos sombreros que se creen madrigueras. Cuando era pequeño, al poco de mudarme a Nueva York, tenía un vecino que se creía el mismísimo Houdini y atormentaba a todos los niños de mi barrio mostrándoles el truco del pañuelo. Sí, sí: ese en el tienes un pañuelo blanco en un extremo y, al estirar, no puedes sino asombrarte al ver aparecer ante tus ojos una tela colorida, totalmente opuesta a la inicial.
Nunca entendí el truco y no podía sino preguntarme qué había hecho yo para ser intelectualmente vencido por aquel estúpido y gordo vecino.
En las tardes de aquel pegajoso verano, mientras su bandera de los EEUU se ondeaba encima de su destartalado porche, me llamaba desde sus escaleras: "¡Eh, Dante!" gritaba con su inconfundiblemente ronca voz "¿Qué tengo en esta mano?" e instantáneamente elevaba su brazo y me lo señalaba con su mano libre. Yo no podía sino huír calle abajo y mi vecino, visiblemente desilusionado, esperaba pacientemente a que pasase otro niño.
Muchos padres siempre dijeron que era un pedófilo. Yo siempre opiné, por el contrario, que se trababa de un viejo aburrido que echaba de menos tener un par de nietos. Pero eso es otra historia.

Había llegado algo tarde al pub donde iba a actuar esa noche y ahí me esperaba una, inicialmente, poco grata sorpresa: al haberme retrasado, habían decidido sustituir mi turno por el de un mago judío, el cual estaba en esos instantes haciendo juegos de manos frente al público, ¡mi público!
Debí haber decidido quedarme en casa, pero no, tuve que aceptar hacer aquel monólogo como comediante. ¿Y ahora? bueno, obviamente ahora, habiendo siendo visto por el gerente del pub, no podía osar ni posar un pie en la calle; al fin y al cabo, no tenía ni un sólo trabajo a tiempo parcial en el que resguardarme.

Así que no tuve más remedio que quedarme observando cómo aquel judío dejaba al público atónito, y eso hizo que me remontase a mis veranos como recién llegado a Nueva York. "Gracias, señor mago" no pude evitar pensar con retintín "gracias por haberme hecho recordar aquellos maravillosos años".
Al final de su truco del pañuelo, no pude sino aplaudir con tedío. En realidad estaba bastante impresionado: "Es de lo más extraño" pensé "Es de lo más de lo más extraño; ¿de dónde demonios sacará ese pañuelo de colores?" pero mi orgullo pesaba demasiado como para poder ocultarlo, y éste tiraba de mis labios para no poder sino mostrar una mueca de desagrado.

Lo que más me fascinó de aquel joven era su sonrisa. Cada vez que recibía un aplauso, sus labios se estiraban sutilmente y, mostrando alguno de sus blancos e impolutos dientes, sonreía gentilmente a su público. De hecho, muchos apremiaron su aplauso al verle sonreír. No me extraña: de hecho yo también me hallé haciéndo, horrorizado posteriormente, en alguna que otra ocasión.
En realidad, había algo casi erótico en su sonrisa. Me recordaba a aquellas películas norteamericanas de los años 50, donde alguna joven mostraba discretamente su hombro como gesto de provocación, sumisión o incluso elegancia. Cuando aquel mago sonreía, daba la impresión de que se deshacía de su camisa y nos mostraba un hombro (probablemente por eso me horrorizó tanto aplaudirle...)

El show llegó a su fin, y con él mi inevitable entrada al ring.
Me acerqué hasta el escenario, desde donde aquel joven mago estaba descendiendo. En su caminar había algo diferente, posiblemente extraño. Portaba su malentín con una de las manos y, aunque no parecía pesar demasiado, demoró mucho tiempo en bajar desde donde estaba. Yo, algo impaciente, no pude evitar lanzarle una mirada que simulaba decir: "¿A qué demonios esperas, capullo? ya te aplauden y luego alguna tía te esperará a la salida, ¿no puedes dejarme que suba e intente arrebatarles al público tu fantasma?"
Para mi sorpresa, el joven respondió a mi silencio:
No te preocupes, Dante. No tengo pensado retrasar tu espectáculo. De hecho, tengo prisa y tras ello, me dedicó otra gentil sonrisa.
De acuerdo. Definitivamente no conocía a ese tío y ya comenzaba a exasperarme: ¿por qué demonios, además de aquella sonrisa tan jodidamente cautivadora, tenía que tener voz de actor de cine y aquel repelente acento inglés? Fíjando mejor en él, era bastante atractivo (o bueno, lo que una mujer encontraría atractivo)
Sus ojos eran de un color azul realmente claro, y su pelo oscuro, aunque no pude determinar bien la tonalidad debido a los focos del pub. Era prácticamente igual de alto que yo y... ¡ya lo tengo! ¡su nariz! ¡tenía una nariz aguileña!...

... ¿Y POR QUÉ DEMONIOS LE QUEDABA TAN BIEN? ¡hasta denotaba personalidad!...
No sé si fue el truco del pañuelo o alguna razón secundaria (posiblemente causada por su físico) pero, desde ese instante que quedé en silencio, comencé a envidiar horriblemente a ese mago.

Vaya, ¿de verdad tienes prisa? porque no te veo demasiado agobiado no pude evitar decirle en un tono (luego, en realidad lo sentí) algo camorrista.
—Bueno, a ti no se te ve exteriormente muy entusiasmado por mi actuación y sin embargo tengo la clara certeza de que te ha agradado— sonrió.

¿PERO QUÉ...?

Tampoco ha sido para tirar cohetes, los he visto mejores.
También yo he visto a personas con más prisa que yo, y sin embargo por ello yo no dejo de tenerla y comenzó a reír con encanto.
Bueno, pues andando, que ahora tengo yo más prisa que tú le urgí a que se apartase de la base del escenario.
No, de hecho no la tienes. Ahora va a subir un grupo a tocar. Al parecer, el gerente ha decidido dejar un espacio hasta tu monólogo me comentó con sutileza.
¿Oh, de verdad? pues a mí nadie me ha dicho nada.
Bueno, aún no. De hecho, ahora mismo está hablándolo con ellos y me señaló discretamente con la mirada la dirección donde se encontraba el dueño del pub, efectivamente hablando con un grupo, el cual no tardó en acercarse con su equipo de sonido hasta donde estábamos nosotros.
¿Cómo lo has...?
Es importante fijarse en los detalles y, tras volver a sonreír, comenzó a caminar.

Le retuve por el brazo impulsivamente.

No, tú no te vas. Tengo que hablar contigo.
Dante, estaría encantado de conversar contigo; pero he de irme, ahora mismo más que nunca.
Dime cómo has hecho lo del pañuelo.
Me buscas la perdición reteniéndome aquí, te hablo muy seriamente.
¿Por qué? joder, venga, no te pongas tiquismiquis.

Vi cómo sus labios se entreabrían ligeramente para emitir una respuesta, pero éstos fueron sustituidos por otra sonrisa. ¿Me miraba a mí? ah, no, no: lo hacía para quien estaba a mis espaldas.
Me giré bruscamente y, con sorpresa, hallé al que parecía ser uno de los integrantes del grupo que iba a subir a escena.

Así que tú eres el judío comentó con sorna aquel hombre. Llevaba el pelo sospechosamente corto. De hecho, tan, tan corto que parecía que hasta lo llevaba rapado. Y vaya, vaya casualidad... todos llevaban "el mismo peinado"...

PERO SERÁS IMBÉCIL, DANTE.

En efecto sonrió gentilmente él—. Tú debes de ser el cristiano protestante de nacionalidad norteamericana pero con clara ideologías de la clase obrera británica de los años sesenta.

Me llevé mentalmente las manos a la cabeza. Este mago no sabía con quién estaba hablando...

No precisamente.
Bueno, lo intenté. Al igual que tú lo intentaste. De hecho, mi religión no es la judía, y si pretendías referirte con "judío" a mi nacionalidad, no conozco ningún país denominado como tal. Sin ir más lejos, nací en Praga.
PRAGUENSE DE MIERDA.
Técnicamente es checo comentaba mientras, el ya exasperado músico skinhead le agarraba por la solapa de su camisa. No soltó el maletín.
Eh, déjale ahora mismo le insté intentando colocarme entre ellos.
¡APARTA, capullo!
PERO QUÉ...
Déjalo estar, Dante, déjalo estar.
¿PERO QUIÉN te crees que eres, judío de mierda? podría reventarte ahora mismo esa cara judía que tienes y hacer desaparecer tu cadáver.
Un truco algo anticuado. En el siglo XVIII de tu amada patria inglesa te habría salido bien, pero créeme, las pruebas de ADN están a la orden del día y, aunque me desfigurases la cara con su visiblemente trabajados músculos, podrían reconocerme.
¿TE CREES DIVERTIDO? ¡MIRADLO, CHICOS, MIRADLO!: ¡se gana la vida como mago pero AQUÍ ESTÁ, dando lecciones de...!
No, de hecho soy profesor de Física Cuántica. Esto sólo lo hago en mis ratos libres, para otorgarles a antisemitas como tú algo de diversión, ya que ellos carecen del intelecto como para procurársela por su cuenta; más allá de intentar ocultar cadáveres, por supuesto sonrió con picardía.

No había acabado y los demás integrantes del grupo ya habían comenzado a agarrarlo. En unos segundos, el pub se sumió en el desespero y, todas aquellas personas que ni si quiera tenían voz ni voto en la pelea, se unieron al instante. No fui menos. Por suerte, aquel extravagante mago se había ganado a su público anteriormente... y salió prácticamente ileso.

Sin embargo yo recibí bastantes golpes.

Vaya, Dante, todo un detalle por tu parte haberme protegido sonrió—. Nunca se me ha dado bien pelear. Bueno, tengo algo fuerza, puedo hacerlo, pero fumo demasiado como para que mis pulmones me permitan grandes esfuerzos. Además, es tan rudo...
Pues mi rudeza te ha salvado el pescuezo, capullo comenté claramente molesto mientras me colocaba el hielo sobre mi ojo derecho.
No, de hecho me ha salvado la magia: porque insisto, te agradaron varios de mis números.
Mira, vete a la mierd...
Por cierto me interrumpió y hasta para hacerlo empleó su inconfundible elegancia—. Mi nombre es Ícaro.
—¿Ícaro?... por Dios, qué nombre más espantoso... dije tendiéndole la mano.
Lo sé rió—. Muy dramático, aunque el tuyo no queda muy lejos de serlo tampoco.
No lo entiendo.
Olvídalo.

Y, sonriéndome, tomó su maletín.

Eh, no, no te vayas le rogué, quizás sonando algo infantil—. Por Dios, enséñame a hacer ese truco del pañuelo.
Este fin de semana volveré a actuar. Espero verte ahí y al decir esto, agachó amablemente su cabeza en señal de despedida y se perdió por el callejón.

Y así fue como conocí al que sería y sigue siendo mi mejor amigo: Ícaro, o Cosme, o Ícaro Cosme, o Ícaro Lazlo, o profesor Lazlo... o simplemente, Knut.

2 comentarios:

  1. Vale, Ícaro me ha conquistado desde el principio, pero en cuanto ha dicho ''También yo he visto a personas con más prisa que yo, y sin embargo por ello yo no dejo de tenerla'' ya ha acabado de enamorarme !!

    Sabía que sería el amigo de Zero, lo sabía, lo sospechaba muajajajaja con el que hizo la apuesta de aprender a tocar la guitarra !!!
    (¿Intuición femenina...? XD)

    Hacía tiempecillo que no te comentaba, pero que conste que sigo leyendo tus entradas (soy una lectora ninja)

    En resumen, que me ha encantado !!!

    Un besico ♥

    ResponderEliminar
  2. Escribes genial... Jamás hubiera imaginado que "el checo" entraría en escena de esa manera. La pena es que esntre una cosa y otra solo hay retazos de la historia de todos ellos, aunque en realidad son varias historias. Me gusta lo que corre por tu imaginación ;)

    ResponderEliminar